viernes, 6 de julio de 2007

El fútbol y la tele

Éramos ocho hermanos, pero habíamos sido nueve. Yo era de las pequeñas, así que mis hermanos me llevaban muchos años. Cuando fui al colegio Instituto Escuela, mi hermana mayor ya era maestra allí. Yo jugaba siempre con mis hermanos, y como quería hacerlo bien, me esforzaba mucho para que no me dieran de lado. Así que el fútbol no tenía secretos para mí. Me ponían de portera, pero a mí me gustaba meter goles, y fueron muchos los que acerté. Eso me ha servido ahora, pues me sigue gustando, y como vivo sola, me pongo todos los partidos que hay en la tele, y eso es con lo que más disfruto.

Algunas amigas hablan de programas, y de gente desconocida para mí; me dicen que no estoy en la onda. Yo creo que me entero de lo que me interesa; los periódicos me los dejo para la noche, que es cuando estoy más tranquila. Casi siempre voy un poco atrasada, cuando ya ha pasado todo, y no me explico los conflictos que tienen los palestinos, afganos y demás.

jueves, 5 de julio de 2007

Y dale Perico al torno

Yo no sé si esto que escribo servirá para algo. Cuando lo hago, siento vergüenza. Me parece que está mal escrito, pero pienso que estas notas, que son todas verídicas, servirán quizá para que mis hijos y mi nieta Ana Celia tengan una referencia de aquellos tiempos, y escriban una cosa mejor, porque ellos sí que escriben un rato bien.

En cuanto al título, "Como si Juan y Manuela", pues eso, que no me hacen caso. Es parecido a "como el que oye llover y no se moja". El primero es un dicho que siempre oía decir a mis padres, que eran cartageneros, y a nosotros nos han quedado algunos de esos dichos. Como cuando estás repitiendo algo que uno no quiere oír, y dice "Y dale Perico al torno". Este último me hace mucha gracia, cuando me lo decía mi marido, que era madrileño cien por cien, y yo, que he sido muy pesada, -no sé cómo pudo aguantarme-, y dale, y dale Perico al torno.

El cuadro de la Virgen de la Caridad

Siempre me han sobrecogido los telegramas. Creo que me viene desde muy pequeña, cuando estando en la mesa, recibimos uno que nos hablaba de la muerte de nuestra hermana María. Ella se había empeñado en quedarse en Cartagena, con los abuelos. Habíamos regresado todos unos días antes; ya sabíamos que estaba muy delicada del corazón, pero como siempre estaba tan alegre, cantando y bailando, con una gracia de esas que dicen que tienen duende, mis padres no pensaron que el diagnóstico del doctor Marañón fuera a ocurrir. Les dijo que había que ponerle un corazón nuevo. Ahora habría sido posible.
Mi madre no se sorprendió, porque la noche anterior, justo cuando se estaba muriendo y llamándola, la vió reflejada en el cuadro de la Virgen de la Caridad, y le dijo a mi padre: "Mira, mira, que está ahí la nena", pero él no pudo verla. Dicen que eso es telepatía. Siempre hemos visto ese cuadro con mucho temor, y de hecho, mis hijos no quieren ninguno heredar el cuadro. Yo lo tengo en la cabecera de mi cama, y todas las noches lo miro, a ver si veo algo anormal. Quizá es que yo no tengo nada de duende.