viernes, 30 de mayo de 2008

La ceremonia del huevo

Aquella ceremonia del huevo era para recordarla siempre. Era por el año 40, no había comida, no había nada. Mi hermana Rosa vivía lejos de nuestra casa y tenía gallinas, mi hermano Pedro que siempre ha sido muy hábil de vez en cuando le cogía un huevo y se lo guardaba en el bolsillo de los pantalones, hasta que un día se rompió el huevo y claro, mi hermana descubrió el pequeño robo, ella nos quería, pero no se enteraba del hambre que pasábamos y a nosotros no nos gustaba pedirle nada y ella con tanto trabajo se le olvidaba darnos de merendar, pues aquellos huevos eran un acontecimiento. Mi madre decía, el huevo es para papá, que es el que trabaja y está muy cansado, así nos poníamos alrededor de la mesa para acompañarle, él ponía el huevo pasado por agua en una huevera y hacía una torre con pan hecho tiritas, iba mojando el pan y repartiéndolo entre todos nosotros, no me acuerdo bien, pero creo que él no lo probaba.

martes, 27 de mayo de 2008

Cabo de Palos


Es un lugar muy peculiar, termina tan en punta que de parte a parte sólo hay una carretera, hay unos acantilados impresionantes, acabo de estar con Marisa y Canela, cómo me gusta ir con ellas, son tan alegres, nos hemos bañado en la playa de levante, hacía mucho calor, yo quería meterme, me decían: cuidado, que esta muy fría, pero era tan tentador que me metí, qué delicia, nadamos deprisa para entrar en calor, yo no me había fijado pero teníamos espectadores, arriba en las barandillas, nos decían ala valientes, yo no vi ni oí nada, con lo sorda que estoy. Al día siguiente era otra cosa, el levante era fuerte, las olas impresionantes, parecía mentira que un día cambie así el mar, buscábamos donde estar resguardadas del viento, el sol era espléndido, bendito Cabo de Palos pues al otro lado del faro el mar era una balsa y el viento había desaparecido. Esta tierra, no cabe duda, es mágica.

martes, 6 de mayo de 2008

La posguerra

Cuando volví de Barcelona en el 39 tenía nueve años. Madrid era un desastre y mi casa también, recibí un gran impacto, el cambio fue muy brusco, en Barcelona era la niña mimada de mis tíos, que los quise como a mis padres, de mi perrita Pitusa y aquí casi nos la hubiéramos comido del hambre que había. Yo era la sombra de mi hermano Perico, tres años mayor que yo, pero parecía el doble por lo sagaz y lo listo que era, siempre hemos estado muy unidos hasta hoy. Salíamos a buscar cosas que valieran para vender, los casquillos de las balas los pagaban bien y nos íbamos hasta donde estaban las trincheras y rebuscábamos, veníamos cargados con todo lo que podíamos traer, un día encontró un casco de soldado y lo cogió, al volverlo había una calavera dentro, esto nos dio repelús pero habíamos visto tantos bombardeos en Barcelona con casas derrumbadas, estando nosotros en el portal y sacando los muertos a trozos que lo de la calavera no nos dio tanta impresión.

Entre tanta porquería cogimos la sarna y recuerdo a mi hermana Cari lavándonos en la pila pues la casa no tenía baño. Mi hermano Juan que tenía seis años cogió el tifus, el médico dijo que había que llevarlo al hospital de infectados, la madre se negó y se las arregló, no sé como, para aislarle en una casa pequeña, recuerdo debía ser verano pues pasábamos el día en la calle y fue una época muy feliz, sin comida pero contentos y siempre cantando. Ahora pienso en lo que debieron sufrir los padres, con tantos hijos, éramos entonces siete por que Rosa se había casado antes de la guerra, ya contaré otro día cosas de ella.