jueves, 5 de julio de 2007

El cuadro de la Virgen de la Caridad

Siempre me han sobrecogido los telegramas. Creo que me viene desde muy pequeña, cuando estando en la mesa, recibimos uno que nos hablaba de la muerte de nuestra hermana María. Ella se había empeñado en quedarse en Cartagena, con los abuelos. Habíamos regresado todos unos días antes; ya sabíamos que estaba muy delicada del corazón, pero como siempre estaba tan alegre, cantando y bailando, con una gracia de esas que dicen que tienen duende, mis padres no pensaron que el diagnóstico del doctor Marañón fuera a ocurrir. Les dijo que había que ponerle un corazón nuevo. Ahora habría sido posible.
Mi madre no se sorprendió, porque la noche anterior, justo cuando se estaba muriendo y llamándola, la vió reflejada en el cuadro de la Virgen de la Caridad, y le dijo a mi padre: "Mira, mira, que está ahí la nena", pero él no pudo verla. Dicen que eso es telepatía. Siempre hemos visto ese cuadro con mucho temor, y de hecho, mis hijos no quieren ninguno heredar el cuadro. Yo lo tengo en la cabecera de mi cama, y todas las noches lo miro, a ver si veo algo anormal. Quizá es que yo no tengo nada de duende.

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