jueves, 14 de junio de 2007

La sábana de Franco

La vuelta de Barcelona, cuanto terminó la guerra civil, fue mucho más triste y penosa que a la ida. Yo no había sabido nada de mis padres y hermanos durante esos tres años, y cuando terminó, no había dinero para el viaje. El gobierno puso unos vagones de tren de mercancías para esos casos, y así volvimos a Madrid.

Recuerdo que había un agujero en el suelo del tren para hacer las necesidades, y ponían una manta sujeta entre dos personas. Aquello olía fatal; además, aquellos vagones habían llevado ganado, y eso aumentaba más el mal olor. Yo soñaba con mi familia y mi casa, pero cuando llegué... bueno, sí, estaban todos vivos, pero no los reconocía. Habían cambiado mucho, supongo que por los sufrimientos. Mi hermano el mayor estaba en la cárcel, por rojo, y mi madre no sabía cómo darnos de comer y llevarle algo a él. La casa tampoco era la misma; habían quemado algunas puertas y muebles para calentarse.

El día que los guardias vinieron diciendo que había que poner colgaduras en los balcones, porque iba a pasar Franco, en mi casa no quedaban colchas ni nada aparente. Mi madre puso una sábana en el balcón; sin darse cuenta de que mi hermano pequeño se había hecho pis: la colgadura tenía un gran círculo y a todos nos dio mucha risa.

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