miércoles, 12 de diciembre de 2007

Nuestra casa de Usera

Cuando la mandó construir el padre ó el maestro como le llamaban mis hermanos aquello era todo campo, un sembrado enfrente inmenso, que desde el balcón, cuando había viento, parecía las olas del mar. Quería vivir casi en el campo junto con todos sus hijos, el edificio de tres plantas y abajo el taller, cada uno teníamos nuestra propia casa y todos teníamos la llave siempre por fuera lo cual resultaba que éramos una comunidad muy unida, aunque en el piso de los padres era donde siempre estábamos. Llegamos a reunir entre todos veintitrés niños, más los de mi hermana Rosa que tenía nueve, y los de Cari que no vivía allí pero como si viviera porque siempre estaba con nosotros, así que los niños no necesitaban mas amigos, nos conocían por el “clan” Tortosa. Una época muy feliz y muy peculiar, nos reuníamos para cantar y cualquier cosa era motivo de fiesta. Eso poco a poco se fue perdiendo con la falta de mis padres y también por nuestro afán de vivir con más amplitud y en casa independientes. Yo lo tengo muy arraigado esa forma de vivir y por eso ahora que vivo sola me vienen esos recuerdos.

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