jueves, 24 de mayo de 2007

El huevo de Mari Tere

Ya he hablado del hambre que pasamos en la guerra, y también después. Mi madre repartía el pan en raciones iguales, lo mismo para todos, y nos preguntaba si lo queríamos de una vez, o nos lo repartía para la comida y para la cena. Mi hermano Perico y yo preferíamos comerlo de una vez, porque de verdad no era mucho, de modo que ya en la cena nos poníamos a cantar para no acordarnos del hambre.

En el bajo de la casa vivía una familia que tenían una cacharrería (creo que ese comercio murió), y también tenían pueblo. ¡Cuantas veces le preguntaba a mi madre por qué nosotros no teníamos pueblo! Creo que todavía sigo añorándolo, pues yo obserbava que los tenían pueblo también tenían comida.

En fin, que la mamá de Mari Tere todas las tardes sacaba una mesita pequeña con su sillita, su mantelito y un huevo en una copita para mojar. Mi hermano Perico y yo mirábamos el huevo día tras día, hasta que un día decidimos llevarnos, yo el huevo, y él el pan. Nos supo a gloria, pero la reprimenda de nuestra madre fue tremenda porque había tenido que soportar a la señora diciendo que sus hijos éramos unos ladrones.

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